VIAGGIO IN ITALIA (1954), de Roberto Rossellini.
VIAGGIO IN ITALIA (1954). Roberto Rossellini.
Existen numerosas películas en la cinematografía mundial sobre crisis
matrimoniales excelentes, de ésas que te agarran y no te sueltan, pero ésta
alcanza una cota más alta y la razón, a mi entender, es que es tan cercana a la
realidad, que parece que estés siendo testigo de la vida misma. Rossellini e Ingrid Bergman pasaban por altibajos en su relación y por
varias películas juntos, pero en ésta existe una conexión muy íntima entre lo
personal y profesional, ya que el director parecía que tenía la intención de
narrar su estado emocional en ese momento, lo cual motivó que la gran actriz
llorara continuamente durante el rodaje.
improvisado, escrito como un diario, al que George Sanders asistía estupefacto
cada mañana y que no llegaba a entender, ni a involucrarse del todo. Yo creo
que esos sentimientos reales de la pareja protagonista fueron claves para el
resultado final, pues la vulnerabilidad de ella, la frialdad, ironía y altivez
de él están representadas a la perfección. Y el italiano se valió del medio que
manejaba a la perfección para contar una época de su vida para la eternidad
escrita con su pluma de cineasta eficaz e incomparable.
“Viaggio in Italia” es un ensayo sobre el adormecimiento del amor, del
letargo en el que se pueden llegar a sumergir los matrimonios después de mucho
tiempo de convivencia, los cuales provocan un distanciamiento progresivo. La
pareja inglesa formada por Katherine y Alexander vive un gran desencuentro
durante un viaje a Italia para la venta de una villa cerca de Nápoles. El
director, con gran maestría y sin diálogo, nos presenta a la pareja en un coche
de lujo, nada usual en esa zona rural, con él durmiendo y ella conduciendo, con
caras de absoluta frialdad y aburrimiento, todo lo opuesto a las sensaciones de
ilusión y expectación que esperaríamos de unos turistas en una de las zonas con
más belleza e historia del país.
La desidia en la conversación devora todo atisbo de interés hacia el entorno, mostrando en todo momento su incomodidad con posibles contagios por malaria, en un ejercicio de desprecio y superioridad cultural, adornados con continuos cruces con ganado, carreteras secundarias y paisajes yermos del sur de Italia.
Al llegar al hotel, entran con un plano secuencia absolutamente
maravilloso, entre documental y ficción y se dirigen hacia el ascensor. Cuando entran a la habitación, la emoción por el viaje y el conocimiento de una
cultura tan opuesta pasan desapercibidos y somos espectadores de lo que ya
sospechábamos. Un cruce de reproches nos pone en alerta y nos acerca a
situaciones que quizás a muchos de nosotros no nos resulten tan ajenas. Y en
eso radica, para mí, la grandeza de Rossellini.
De acontecimientos naturales y sencillos, pequeñas disputas y
resentimientos, es capaz de crear una obra maestra sobre el desconocimiento del
otro y el deterioro del amor. “Me he dado cuenta de que somos como extraños”
añade ella ante la impasibilidad de él. Sin embargo, el director, cuando bajan
al bar a tomar algo, nos enseña en un bonito plano, que todavía queda algo
entre ellos tan sólo con el detalle de él que la agarra un poco por el brazo para entrar.
Es una película que no tiene una estructura dramática al uso, no al menos,
hasta ese momento, pues, aunque es plana, la habilidad de Rossellini radica en
el mar de fondo que se intuye en cada momento de hastío cotidiano, en cada
tonto ataque de celos, en el dormir separados, llevar vidas paralelas, poseer
distintos intereses, mostrarse simpáticos en público y fríos como un témpano al
llegar a casa.
Su especial narración con secuencias que parecen documentales, pero no lo
son, con ausencia de drama y amor romántico, con un despojamiento de las
convenciones de la estructura dramática, provocaron que en su momento fuera muy
controvertida y un absoluto fracaso para la crítica italiana especializada, que
aconsejaron al director que abandonara el cine.
Éste “pecó” de absoluta modernidad, de tratar un tema que causó
incomodidad, que no provocaba esas sensaciones al espectador desde el punto de
vista del cine clásico. Pecó también de ser un adelantado a su tiempo, lo cual
motivó que Jacques Rivette dijera que “Viaggio in Italia” hizo envejecer a
todas las películas 10 años y que André Bazin comentara que, si fuera una obra
pictórica, esta película estaría dibujada a trazos, un boceto, pero con fuerza,
y yo añado que realizado con una mano firme y virtuosa.
artificiosidad y barroquismo y las secuencias en ese Nápoles vivo y con nervio
influyó de manera notable en el germen de la Nouvelle vague, que se volcó de
forma denodada en resucitar la grandeza e importancia en la historia del cine
de esta obra maestra. Por ello, se puede decir que fue la antesala al concepto
de cine moderno y este mérito se atribuye a unos de los directores europeos más
influyentes. Puedo argumentar que este director italiano es un gran conocedor del ser
humano, de las relaciones personales, que saca un estupendo partido a lo
intrascendente para delatar con ello al alma, a lo más profundo. Sencillez,
esencia y sublimación a la vez sólo está al alcance de muy pocos. Y para decir
que era una película que casi se improvisaba, el resultado es de una hondura
que toca muy adentro. No estaba en realidad improvisada, eran sus sentimientos
e ideas escritos en su cabeza seguramente con mucha antelación.
La secuencia casi documental de las sensaciones que le suscitan en su
visita solitaria al museo a Katherine es muy simbólica. Esas estatuas sensuales
de bailarinas, del sátiro, el fauno borracho, nos revelan mucho sobre su
sexualidad. Se encuentra incómoda ante la desnudez y belleza natural y trata de
no mirar a un Hércules enorme y apolíneo, al que nosotros vemos de espaldas y
observamos su influencia en ella, que agacha la mirada con timidez.
Y la escena del hallazgo arqueológico (que siempre se ha dicho que no estaba previsto, que surgió por
suerte de repente durante el rodaje y vino como anillo al dedo al guion que se
reescribía constantemente, aunque realmente no fue así) me parece de los más emotivo de la historia. Esa
pareja al borde del divorcio por un detonante estúpido, observando cómo
rellenan el hueco con yeso de algo sepultado por la famosa erupción del volcán
que va cobrando forma mientras lo van desenterrando con cuidado, me parece de
una genialidad asombrosa. Y la reacción ansiosa de ella al ver a ese posible
matrimonio que descubrimos en directo con ellos en posición relajada y amorosa
que se perpetúa para la eternidad. Una metáfora a la propia excavación que
realiza Rossellini de la pareja en la ficción y de su propia pareja con Ingrid
Bergman, que asistía en la realidad y la simulación al declive de su amor.
Posiblemente quería explicarle a su mujer sus sentimientos ante su
incomprensión y falta de adaptación a una cultura tan diferente como la
italiana, tan apasionada, ruidosa, viva y tradicional. Quería plasmar el
embrujo y magia de la energía telúrica del sur, en contraste con la frialdad
del norte de donde ella provenía. Para mí, es una declaración de amor a su
tierra y educación, una revelación o epifanía que necesitaba sacar de muy
adentro. Como también necesitaba buscar el milagro del amor, de nuevo provocado
por una procesión religiosa en un Nápoles abarrotado en el que se ven inmersos
y encerrados en el bullicio.
Y ese abrazo in extremis -película que inspiró a Nobuhiro Suwa en su excelente «Un couple parfait- también me parece narrado de forma genial, pues
intuimos que no es el clásico final feliz que cierra una película, sino que,
aunque proporciona cierto optimismo, posiblemente pronto surgirán nuevos
desencuentros. Como la vida misma…
Excelente comentario y maravillosa película. De mis favoritas de Rossellini junto a "Europa'51" (mi favorita), y "Alemania año cero".
Muchas gracias por tus palabras.