GONE TO EARTH (1950). Michael Powell y Emeric Pressburger.
Son comunes en la industria cinematográfica los desacuerdos entre la producción y el trabajo de los directores o los que hacen el montaje. La historia del cine está repleta de casos en que los productores imponen su criterio de forma contundente, cambiando a quien dirige por desavenencias, modificando el montaje final si no les gusta o al equipo técnico o artístico. Decisiones que pueden alterar el curso de una película como le pasó a ésta.
“Gone to Earth” fue una coproducción entre Alexander Korda, el reputado productor de la industria británica, que fundó la London Film productions, David O. Selznick, el conocido productor de cine norteamericano y la productora “The Archers”, de los directores y guionistas Michael Powell y Emeric Pressburger, que tan excelentes y vistosas películas crearon.
Selznick y Korda venían de coproducir la estupenda “The Third Man” (1949), de Carol Reed y lo hicieron también en esta protagonizada por la mujer del productor americano, Jennifer Jones, David Farrar y Cyril Cusack. El guion, realizado por los directores, está basado en la historia de Mary Webb, novelista y poeta romántica inglesa. Se rodó en los estudios Shepperton y los exteriores en el condado de Schropshire, de una belleza extraordinaria en sus paisajes.
El norteamericano estuvo muy encima del rodaje dando indicaciones en largas cartas, dirigidas a favorecer la omnipresencia de Jones, pero los directores ignoraron algunas de ellas. A este no le gustó el resultado final y llevó a los tribunales a los productores.
Aunque perdió el caso, no paró hasta que consiguió hacer su propia reedición solo para EEUU, con Rouben Mamoulian de director, que no aparece en créditos. Alexander Korda se quedaba con su versión para distribuir en Reino Unido y David O. Selznick podía hacerlo con la suya en su país, que se retituló como “The Wild Heart” y se estrenó en 1952.
La primigenia tiene más metraje, unos 115 minutos, mientras que la americana se redujo a 82. En la de Hollywood incluyen un prólogo con más planos del bosque y una narración a cargo de Joseph Cotten, que consta en los créditos y que, aunque guste escuchar su bonita voz, no hacía falta añadir, porque las imágenes originales hablan por sí mismas.
También he observado, claro, que desaparece el nombre de la productora de Korda (no la de “The Archers”) y su nombre y lo más reseñable es que el nombre de Jennifer Jones aparece destacado el primero y en solitario y los otros dos protagonistas lo hacen después con los demás. Desaparecen algunos planos, dulcifican un poco la relación del padre con la hija, así como la escena en la que canta en la casa, introduciendo más planos de animales ensimismados y eliminando algunos menos elegantes, pero más naturales de ella.
También desaparece el plano sugerente de un ojo de un rostro oscuro entre ramas antes del encuentro y el accidente con el seductor.
Introducen más primeros planos de ella, algún cartel explicativo sobre un agujero en la tierra que no hace falta, cambian un libro antiguo y cartas manuscritas. El desenlace final es más corto, añaden más planos medios de ella corriendo con un zorro y lo peor es que el animal en los planos que se inventan cuando es perseguida por los perros y los caballos, está disecado y se nota mucho, siendo sonrojante. Le añaden a esa secuencia un dramatismo más exagerado y en el que ella tiene más protagonismo.
Pero obviando esta historia, la película de 1950 me ha gustado, aunque la considero por debajo de obras maestras de ese tándem como “The red shoes”, “Black Narcissus”, “A matter of Life and Death” o “The Life and Death of Colonel Blimp”. La película, rodada en Technicolor, posee una fotografía muy buena, de Christopher Challis, que trabajó con la pareja en otras producciones. Si bien, el resultado del trabajo de Jack Cardiff en “Black narcissus”, me gusta incluso más.
Resulta un melodrama muy digerible que nada entre la magia especial de esa zona británica de brujas, supersticiones, misterios, tradición, religión y naturaleza como motor vital. Un triángulo amoroso ubicado en ámbito rural en el que las fuerzas telúricas y de la naturaleza cobran un protagonismo esencial, así como las relaciones de posesión hacia la mujer, una gitana marcada por el destino interpretada por esta actriz que no me convence en este papel; por un reverendo apocado y un seductor, interpretado muy bien por Farrar, con un atractivo como demostró en la citada “Black narcissus”, pero esta vez en un papel arrogante y desagradable.


Los enclaves naturales elegidos son muy vistosos, así como la puesta en escena es muy atractiva, con mucha fuerza y simbolismo. Ya desde el principio, en ese plano en que ella entra a su casa y es enmarcada por el armazón de un ataúd que construye su padre, nos da muchas pistas de la tragedia, así como ese interminable socavón por el que se asoman en un magnífico contrapicado, donde se ve caer al vacío un palo. O ese plano del beso del adulterio en el que sólo se ven los pies y unas flores pisoteadas por él.
Colores de la naturaleza de los vestidos de ella verde, amarillo, rojo, blanco…que refuerzan su carácter salvaje. Montañas, animales, bosques, ramas tenebrosas, escenas campestres, espectaculares atardeceres se suceden en este cuento para mayores que defiende la vida natural en contra de las convenciones y lo tradicional.
Una historia circular que empieza igual que acaba, con la persecución de esta chica y su zorro domesticado, en una alegoría de la opresión que sienten por la civilización y lo que ello conlleva.