THE BLOT (1921) de Lois Weber
La precariedad salarial y la mujer como administradora de la economía familiar. The Blot.
The Blot representó para Lois Weber dos momentos de inflexión de cariz opuesto. Por un lado, fue la película con la que se sintió realmente libre de ataduras, sin sufrir las órdenes directas de grandes estudios como la Universal o la Paramount, consiguiendo una obra maestra (las crónicas del momento lo atestiguan) donde ella misma dirigía, producía y escribía el guion. A partir de crear la Lois Weber Productions experimentó los años más productivos de su carrera, trabajando en condiciones ideales, por su cuenta y estudio propio, hecho que perseguía desde siempre y que le procuró su mayor independencia en la industria. Pero, por otro lado, ya su productora pasaba por una crisis, con la espada de Damocles a la vuelta de la esquina amenazando la carrera más sólida femenina hasta esa fecha en EEUU y a nivel mundial. The Blot sería su última producción en total independencia para, paradójicamente, comenzar el lento declive de la mejor directora del momento hasta un injusto ostracismo y su temprana muerte casi olvidada en la industria y en la bibliografía fílmicas.
Una trayectoria brillante desde sus comienzos como actriz en el brazo americano de la francesa Gaumont, por la que contactó con Alice Guy y su marido Herbert Blaché –el cual la animaría y haría valiente para pasarse a la dirección, según contaría ella en su tiempo– pasando pronto a la escritura de guiones y dirección con la colaboración de su marido Phillips Smalley en la Rex Motion Picture Company, donde se convirtieron en directores de primer orden junto a Edwin S. Porter. Después vendrían sus relaciones con la Universal cuando ésta absorbió a la Rex a la que dedicó unos años, que la alzarían a ser la mejor pagada del gran estudio y a la que le encomendarían superproducciones como The Dumb Girl of Portici para competir con D.W. Griffith o Cecil B. DeMille, los más grandes de su época junto a ella en EEUU. No en vano, Carl Laemmle comentó en su momento que “pondría cualquier suma de dinero en su primera directora”, evidenciando la fuerza y entidad de Lois Weber en su momento.

Lois weber (1879-1939).
Por esta razón y, después de más cien películas rodadas (puede que más), de las que sólo se conserva una veintena, sorprende su invisibilidad en muchos de los estudios de cine sobre la etapa silente que ignoran su existencia, su aportación a la historia del cine y, como digo en numerosas ocasiones con otras directoras, urge desarrollar y reescribir la historiografía del cine, rellenando los huecos en lo que a la autoría y propiedad femenina en la industria cinematográfica se refiere. Lois Weber debe recuperar y conservar su lugar al lado de esos “padres” del cine por su aportación novedosa a la narrativa fílmica, sus innovadoras y controvertidas temáticas, así como ser capaz de sobrevivir con libertad y talento en un oficio masculinizado desde casi sus inicios y que apartó a finales de la década de los 20 cualquier aportación femenina en la producción, dirección y escritura de guiones. Relegando a la mujer a otros cometidos menos visibles y decisivos de la industria, quedando “amordazadas” por una jerarquía de estudios más rígida y vertical, sin la participación de antaño en la que era más común la presencia de mujeres multidisciplinares, con capacidad de toma de decisiones o que arrastraban en masa al cine con historias en las que eran absolutas protagonistas en películas en serie que ellas mismas escribían.
Centrándome en The Blot, asistimos a una gran película en la que luce con fuerza el logo de su productora Lois Weber Productions. La directora ya no necesitaba lucir en el prólogo de sus películas su rostro y cuerpo como hacía antaño –en Hypocrites (1915), asociada a la Bosworth, garantizaba con su imagen y una cariñosa firma a mano un producto de calidad–, sino que su logo redondo con una lámpara hablaba de una carrera muy consolidada. La directora tenía fama de ser descubridora de estrellas. La denominaban la “star maker”, con ejemplos como Mary McLaren (Shoes), Mildred Harris o Claire Windsor (en The Blot), que alcanzaron la fama a raíz de sus trabajos con ella. Sin embargo, esa repercusión de las estrellas de cine, según se puede leer en el libro “Lois Weber in Early Hollywood”, de Shelley Stamp, no presagiaba nada bueno en la industria: “A principios de la década de 1920, la estrella femenina finalmente había llegado para reemplazar a la directora como el emblema icónico del lugar de las mujeres en Hollywood. Esta trayectoria marca una profunda reconfiguración del trabajo cinematográfico de las mujeres, lo que ayuda a explicar no sólo la desaparición de la Lois Weber Productions, sino también el destino de la Solax Company de Alice Guy y la producción de Nell Shipman. Una reestructuración del trabajo de las mujeres en Hollywood que juntas hicieron virtualmente imposible que Lois Weber Productions continuara después de 1922”. Uno de los numerosos factores que contribuyó a la desaparición del mapa femenino en la producción de películas.

Claire Windsor en artículos de revista de 1921.
Weber habla de nuevo con The Blot de las desigualdades sociales y la repercusión en la mujer, un tema recurrente en su filmografía, seguro que muy interiorizado tras el paso en su juventud por actividades de caridad como miembro de la “Church Army”, antes de llegar a Hollywood. Vemos una familia de clase media, pero sumida en la pobreza debido al exiguo salario del padre de familia, un profesor universitario que imparte clases a los desobedientes hijos de familias adineradas que juegan y hacen bromas en sus clases. Un contexto real proclive a reclamar en periódicos la importancia del sueldo de los profesores, amparado en la importancia para la sociedad, es aprovechado para construir el guion y reivindicar su lugar.
La película aborda con un naturalismo delicado y sensible el día a día de la familia, pero centrándose más en el papel sufridor de la madre, hija y abuela que sufren la escasa economía familiar, reivindicando el papel de administradora materno, que vive en continua ansiedad (gran trabajo de Margaret May McWade con esa mirada tan melancólica) estirando el poco dinero que aportan el padre y la hija, que trabaja en la Biblioteca municipal.
La atracción simultánea de uno de los adinerados alumnos del profesor Griggs, el joven reverendo de la ciudad y el hijo americanizado de la familia vecina inmigrante, marcan un juego amoroso que conducirá hacia cambios económicos en el futuro familiar. El protagonismo de la cinta se lo llevan las mujeres de distintas generaciones y condición social, unas por sobrevivir en un «tour de force» constante, otras por llevar la economía familiar con su trabajo de ama de casa, otras por perseguir su amor a toda costa. Y otras por añorar el cambio trabajando fuera esperando un futuro más halagüeño que el de sus antecesoras.

Ms. Griggs en The Blot. Margaret May McWade.

Amelia con Phil (Louis Calhern) y el reverendo.
Si bien el guion adolece de una ingenuidad o esperanza en la condición humana, no está exento de ambigüedades o crítica en la que afloran las debilidades personales. La matriarca de la familia exhibe un orgullo que la imposibilita a visibilizar sus carencias ante las visitas del reverendo, aunque no tenga casi nada que ofrecer para la merienda, así como recela ante la bonanza económica de esa familia sueca llegada a EEUU y en la que el marido, zapatero, gana mucho dinero con “incómodos zapatos modernos” con los que el bebé juega manchándolos de barro. La hija, Amelia (Claire Windsor), termina escogiendo pareja por amor, pero también por el bienestar, estabilidad suya y familiar (ahí el mensaje visual del reverendo alejándose de espaldas de forma lánguida y perdedora evidencia que la pobreza seguirá). Y el universitario es capaz de pasar de la mayor estupidez a valorar su existencia superficial observando con tristeza el contraste vital con esa familia y a través de la amistad con el reverendo. Hecho que al principio parece un ejercicio de cinismo.
En cuanto a aspectos formales, Weber acude a planos directos que reflejan la escasez económica como hizo años antes en la magistral Shoes (1916), con esas sinécdoques visuales de zapatos de pobres y ricos que contrastan y abundan en la película. Pero también lo hará con detalles “simplones” como varios pollos que exhibe la vecina triunfantes e insolentes en la ventana de la cocina o en su basura que alimenta a la madre de unos hambrientos cachorros de gatos de la familia Griggs. La lucha por la comida decente que alivie la desnutrición de la hija, el intento de agradar al universitario para ascender socialmente, vertebran la historia llena de escenas inolvidables parecidas a Shoes (la reparación nocturna de los zapatos deteriorados, verdura barata para cocinar, sufrimiento por comer cada día…). El rostro de Amelia iluminado por amor que se debate en el porche entre el reverendo y el estudiante rico resulta muy elocuente, así como el reflejo de la clase alta reducida a fiestas, comidas carísimas, coches lujosos y nulo interés intelectual. Aunque todos a su forma exhiben algo de melancolía sin importar su condición social, encontrando un engranaje positivo de unos pocos en el que habrá perdedores en los dos extractos sociales. Juanita, la enamorada rica de Phil, el vecino y el pobre reverendo, indicando que todo seguirá igual para muchos, disipando ese aroma a inocencia del guion y dejando un regusto amargo en el clásico «happy end».

Comparación entre escenas parecidas de arreglo de zapatos. The Blot y Shoes. Lois Weber.
Un detalle que no nos puede pasar desapercibido es la utilización de rótulos de presentación de personajes y acciones complementados con imagen en movimiento, lo cual hace que no se pierda la continuidad del relato y lo visual se enriquezca con el texto. Fabulosos son los abundantes planos en la cocina (alguno muy pictórico en su desencanto), destacando uno de ellos en profundidad de campo cuando la Sra. Griggs ve a lo lejos con amargura los enormes pollos (comida muy cara en su tiempo) que va a preparar la señora Olsen y que ella no se puede permitir. La tentación del robo y cambio de idea representada en un tablón basculante que no termina de cerrar el muro que separa las casas acelerará la necesidad hecha justicia.

Profundidad de campo en la escena de los pollos. La señora Griggs al fondo en su cocina.
En cuanto a la prensa del momento, la recepción de The Blot no pudo ser mejor, alabando también el trabajo de Lois Weber, lo que da fe de su posición en la industria y lo que se esperaba de ella. Una página del “The Moving Picture World” refleja la opinión de un crítico muy exigente que dice así: “Es un verdadero capítulo de muchas vidas y como obra cinematográfica está notablemente bien hecha. Y mucho más…”.
En «Variety» se puede leer: “Esta película de Lois Weber debería ganar una buena suma de dinero. Conmueve. Es sensible, inteligente y toca un tema actual. Una buena apuesta”.
En «Reel Journal, Kansas City» vemos: “Sin duda, la mejor obra de Lois Weber. Mejor que Humoresque. Un gran logro para la industria en su lucha contra la censura”.
(Las demás pueden leerse en el archivo que adjunto acontinuación).
The Blot fue considerada una película para permanecer meses en cartelera y, nunca una tan abrumadoramente gigante en lo económico a pesar de sus grandes éxitos anteriores en la obra pictórica de la directora. Analizando ésta y otras películas de las que he escrito con antelación, resulta más inquietante y preocupante cómo una directora con tal renombre, con tanta fuerza en Hollywood junto a Phillips Smalley (que fue pasando a un terreno más secundario con el tiempo), poseedora de una libertad creativa y talento tal, fuera ensombrecida de esa manera. Ya no sólo por fulminarse su carrera de una forma tan sorprendente y cómo acabó de correctora de guiones, sino que no dejara huella suficiente para que los historiadores pudieran rastrear en las películas que le sobrevivieron o las críticas en la prensa de su tiempo. Una historia que provoca investigar como se lleva haciendo unos años, a la que me sumo entre lecturas, intriga, interés y ganas de difundir para aquellos que no la conozcan.
Lois Weber merece mucho más que esa tardía estrella de la fama. Merece eliminar esa mancha (aludiendo al título de la película que nos ocupa) que oscurece su interesante legado. Merece que se le reconozcan sus logros estilísticos, narrativos, su sensibilidad, valentía, su sentido visionario, la presencia femenina en sus protagonistas y, sobre todo, la coexistencia en dominios tan poco favorables para la mujer como la industria del cine en las décadas que le tocó vivir y trabajar.

Amelia, desfallecida, va a casa de la vecina. The Blot. Lois Weber.

El reverendo ve que se le escapa Amelia. Buena composición de plano en el que no sabe dónde está su lugar.

Amelia y el reverendo antes de la despedida.

Imagen triste de la marcha solitaria del reverendo. Final de la película distinto a un «happy end».
Estrella Millán Sanjuán.
estrellamillansanjuan.es